Agradecemos
a nuestros seguidores. Seguir los pasos de alguien es una decisión muy
apreciada. Seguirnos es seguir el rumbo de una verdad. No la absoluta. Pero una
verdad. Y nuestra verdad está apegada a la verdad de muchos. A veces de los que
no pueden hablar o no se les permite decir algo. Por ello, esta verdad que
surge desde aquí y ahora es una verdad del espíritu de quienes estudiamos la
literatura y el lenguaje.
Ser
universitario es ser una posibilidad. Ser unachense es un alto honor. Ser de la
carrera de lengua y literatura lo es todo. Por ello, ahora que nuestra licenciatura
obtiene la acreditación del COAPEHUM acredita en muchos rubros. Acredita como
un programa de estudios que ha sustituido el encono y el odio por la
disposición de colaboración y la tolerancia. Acredita como un programa que su
objetivo principal son sus alumnos. Acredita como un programa en donde sus
alumnos y maestros se reconocen, se aceptan, se toleran.
Soy
un convencido que la acreditación no se reflejará llanamente a nuestra carrera.
Que el alumno o el maestro no obtendrán directamente beneficio tangible. Que
hay que cumplir con este requisito de la política educativa. Pero lo que más me
satisface y llena de orgullo es que el proceso sirvió para unificarnos. Que
este ejercicio fue un reto que nos permitió superarnos en otras esferas
inimaginables. Que ahora más que nunca, podemos vernos de frente y estrechar
nuestras manos o nuestras mejillas con un beso.
Yo
tuve un sueño al inicio de mi gestión como Coordinador de la carrera. Que nos
viéramos directamente a los ojos, que nos reconociéramos como lo que somos,
como humanistas. Tal vez me faltaron argumentos y soluciones a muchos otros
problemas. Pero lo más importante es que seguimos andando. Aquí están estas
manos que quieren abonar a trascender una carrera igual de joven que nuestra
propia Universidad. No se imaginan el gran amor que profeso a mi licenciatura,
y el gran aprecio que me merecen mis alumnos y maestros.
Ese
aplauso motivado por la Maestra Chávez en el acto de acreditación no fue para
mi. Fue un aplauso a la carrera. Fue para todos y cada uno de nosotros. Alumnos
y maestros. Porque estoy cierto que ante la ausencia de una representación
genuina de nuestra licenciatura en el presídium, hallamos la excusa perfecta de
sentirnos cobijados ante la mención de uno de los nuestros. Por ello, el
estallido de las palmas que revolotearon como blancas palomas por toda la
Facultad de Humanidades, fue un descarga de júbilo, de éxtasis en el maremágnum
de emociones depositadas en nuestros corazones; que alienta, que motiva a
seguir por el sendero del conocimiento literario y del lenguaje.
Gracias
a quienes han contribuido a dejar viva a nuestra carrera. A quienes, sin
proponérselo, nos han fortalecido con el halago o con el vituperio. A mis
maestros apreciados, quienes han dado todo lo que tienen y todo lo que saben. A
nuestros alumnos, nuestra razón de ser. A quienes han dado lo más importante
para que tengamos como alumnos a sus hijos: a los padres de familias. A ellos
dedico este reconocimiento porque también han creído en nuestra licenciatura y
porque también han estado atentos a este proceso.
A
todos quienes directa o indirectamente han tenido que ver con nosotros, en
verdad, muchas gracias.
Mtro. Isaac
Castillo