PRESENTACIÓN DE "RELOJERÍA ERÓTICA" DE UVEL VÁZQUEZ


He querido iniciar puntual esta presentación. Aunque el reloj de los organizadores no coincida con el nuestro, yo insisto en que debemos ser puntuales. Pero no en esa puntualidad exigente en la temporalidad oficinesca, sino en la precisión de estar en el lugar correcto y en la hora marcada. Y decir lo correcto. Porque nadie nos dice que debemos checar tarjeta a la entrada o salida de un cuerpo como los que señala Uvel Vázquez en su libro.
La poesía erótica tiene su génesis en creaciones históricas, desde la Biblia misma hasta el Decamerón de Bocaccio. No podría existir una antítesis de la misma porque la existencia de la humanidad le otorga la solvencia de formar parte de los sentimientos de los sujetos. No confundamos la poesía erótica con la pornográfica que esta última es la degradación, no del sentir y del pensar, sino del abuso literario. Abusar de la palabra es más pornográfico que la intención misma del autor por plasmar su sentir.
En el trabajo que hoy nos ocupa el recurso metafórico manifiesto desde cada párrafo poético comprime la ausencia, la soledad, la incertidumbre, la angustia, la zozobra y el fracaso. No es el poeta, ni el hombre el deseoso o el austero. Es el lector que captura las imágenes dispersas que posteriormente se aglomera en el inconsciente del mismo para luego escabullirse entre las veredas del placer. A final de cuentas, una sensación o emoción humana.
Uvel Vázquez ha integrado en su poética los pasajes del amor desesperado por reivindicar el cuerpo, no el cuerpo físico, sino el cuerpo que integra la percepción de la esencia de las emociones, intangibles, pero diáfano; disperso pero unitario. Ante esta dicotomía el autor se ve precisado a elevar a rangos celestiales la existencia humana, principalmente de la mujer, destino óptico de su idílica.
Plasmar la esencia de las emociones, del amor, del canto a la mujer a través del cuerpo, como lo hace Uvel, me rememora esa exigencia placentera que canta Borges en su poema “El amenazado” Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles./Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar./Ya los ejércitos me cercan, las hordas./(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)/El nombre de una mujer me delata./Me duele una mujer en todo el cuerpo.
O como Octavio Paz consigna la trascendencia del cuerpo en el poema “Cuerpo a la vista” Y las sombras se abrieron otra vez y mostraron un cuerpo:/tu pelo, otoño espeso, caída de agua solar,/tu boca y la blanca disciplina de sus dientes caníbales, prisioneros en llamas,/tu piel de pan apenas dorado y tus ojos de azúcar quemada,/sitios en donde el tiempo no transcurre,/valles que sólo mis labios conocen,/desfiladero de la luna que asciende a tu garganta entre tus senos,/cascada petrificada de la nuca,/alta meseta de tu vientre,/plata sin fin de tu costado.
Pero también Xavier Villaurrutia ensalza la condición de la corporeidad a través de su canto en poemas como Amor condusse noi ad una norte, Cuando la tarde cierra sus ventanas remotas..., en Décima muerte, en Décimas de nuestro amor, Mar, Más que lento, Nocturno de los ángeles, Nocturno grito, Nocturno mar, Nocturno miedo, Nuestro amor, y de manera preclara en: Nocturno de amor, por cierto, dedicado a Manuel Rodríguez Lozano y dice así:
El que nada se oye en esta alberca de sombra
no sé cómo mis brazos no se hieren
en tu respiración sigo la angustia del crimen
y caes en la red que tiende el sueño.
Guardas el nombre de tu cómplice en los ojos
pero encuentro tus párpados más duros que el silencio
y antes que compartirlo matarías el goce
de entregarte en el sueño con los ojos cerrados
sufro al sentir la dicha con que tu cuerpo busca
el cuerpo que te vence más que el sueño
y comparo la fiebre de tus manos
con mis manos de hielo
y el temblor de tus sienes con mi pulso perdido
y el yeso de mis muslos con la piel de los tuyos
que la sombra corroe con su lepra incurable.
Ya sé cuál es el sexo de tu boca
y lo que guarda la avaricia de tu axila
y maldigo el rumor que inunda el laberinto de tu oreja
sobre la almohada de espuma
sobre la dura página de nieve
No la sangre que huyó de mí como del arco huye la flecha
sino la cólera circula por mis arterias
amarilla de incendio en mitad de la noche
y todas las palabras en la prisión de la boca
y una sed que en el agua del espejo
sacia su sed con una sed idéntica
De qué noche despierto a esta desnuda
noche larga y cruel noche que ya no es noche
junto a tu cuerpo más muerto que muerto
que no es tu cuerpo ya sino su hueco
porque la ausencia de tu sueño ha matado a la muerte
y es tan grande mi frío que con un calor nuevo
abre mis ojos donde la sombra es más dura
y más clara y más luz que la luz misma
y resucita en mí lo que no ha sido
y es un dolor inesperado y aún más frío y más fuego
no ser sino la estatua que despierta
en la alcoba de un mundo en el que todo ha muerto.

En tanto que Uvel destaca la trascendencia de la corporeidad en Reyna Roja Tus poéticos ojos/Tu boca de guanábana/Tu vientre dulce como uva/Tus pechos como pirámides egipcias/pecosos como pera/Tu ombligo/Como una larga calle de miradas/Despiertas deseos/Tus nalgas/Cántaros llenos de tiempo/Lucen en la calle despiertas/Y despiertan placer/Y agitan los deseos/Esos de los que te imaginas/¡Ah tu cuerpo mujer/Antoja, vaga, flota/Frutas al aire!/¡Pides el suave frote/¡Del hombre que no descansa!
El cuerpo se convierte en la excusa magnánima para la creación, comprime la visión lírica de Vázquez en entregar la alegoría hacia el ser, que no al objeto. Por ello, “Relojería erótica” cuenta segundo a segundo los episodios de los amorosos, de los que aman y se dejan amar. Un horal, como el de Sabines para rubricar la ruta erótica.
Lo trivial y mundano no tiene cabida en este documento de “Relojería erótica” porque trasciende en la sinonimia puntual, pausada y precisa de las horas. Pero en las horas no contadas, no señaladas, sino en las horas de espera, de sollozos y sueños que cobijan la esperanza y las ilusiones del amado. A final de cuentas, nosotros los amados.
No podemos censurar una manifestación natural. Lo antinatural sería callar, opacar una voz, cerrar la oportunidad de ilustrar las percepciones. Por ello no debe confundirse lo prosaico y escatológico con la enunciación del canto al cuerpo femíneo. Quienes se dedican a hacer política deberían leer “Relojería erótica” porque desde el momento que la política atiende la percepción y sentir de los sujetos sociales, este poemario trasciende más allá de la intención del voto en las urnas y es mucho más humana que cualquier oficiante de la política que quiera censurar este poemario de Uvel Vázquez.
Muchas Gracias.

Mtro. Isaac Castillo Hernández