VOCES DEL AZAR
Para Gloria Inés, mi amada del azar
Ella iba imperturbable, con serena fatiga,
Entre un aura de aves que yo veía de lejos, a su paso
Y coros de aromas, reales, audibles, palpables
Venía por los caminos de la vida a la deriva, segura,
Como el viento de la primavera de marzo
Con una divisa roja en cada mano: libertad
Yo caminaba entre sueños delirantes
Por las mansiones del paisaje andino,
Esquivo, escribano de mis soledades
En una esquina desconocida, solos,
Fascinados, nerviosos,
Nos sorprendimos:
El asombro se pintó de realidad
El azar siempre elegía, maniático,
Sin cálculos de la razón o la moral
La realidad real fluía
Inventándose en nosotros,
Entre torrentes de deseos deseados
En inmemorial movimiento
Surgían en rondas indistintas
Aves del Desastre y la Calumnia
En boca de los Ardientes Caballeros de la Envidia
Dulce y fatigadamente tú
Entre palabras precisas, urgentes,
Tal vez innecesarias,
Y silencios conspirados en juegos de ternura
Dejabas caer una magnifica, cerífica gracia
Que envolvía en sus armonías y ritmos emergentes
Las pieles, convulsamente evanescentes
La sed del azar se deslizaba entre nuestros cuerpos
En un tiempo sin fechas ni teléfonos
En el río fresco de abril y mayo…
En esos sabios días que nos pertenecen
Como un goce que ofrece la vida a sus amantes
El Divino Azar tendía sus tiendas,
Recuerdo,
En un camino, una calle, un zaguán, una esquina,
Un patio, un parque, un bus, un taxi, una ciudad…
En la clara y dulce frescura del amanecer,
En una tarde lluviosa, neblinosa, en la grácil e inocente noche
Ella era otra,
Sobre todo insumisa,
Soberana y sabia sobre sus instintos
Delicada, plena de sí
Cada vez que dejaba volar
Las magias de su cuerpo creador
Vivía a su manera, sin ataduras,
Leyendo o sola, entre ensueños y fantasías
Era la solitaria perfecta
Nos amábamos sin ninguna condición, regla o norma,
Nunca nos importó frecuentar a nadie
La mayoría de los días, imposible,
No la veía
No sufría Dicha exquisita
Jamás la busqué ni interrumpí
Ella menos
Sabíamos, secretamente, en los cuerpos,
Siempre lo comentamos con encanto,
El momento elegido por el azar
Cuando sus alas borboteantes, dulces,
Danzaban entre las venas y los huesos,
En los sueños herméticos, en las visiones perturbadoras
El lenguaje secreto, cifrado de los cuerpos
Era el cartero, el que nos hablaba
Desde y para nuestras soledades
Lo escuchábamos con extrema turbación fascinante
Y obedecíamos inalterables, instintivamente
Salíamos, cada uno, ciertas veces, sin rumbo,
Obedeciendo,
Sin suponer nada,
Conducidos por fuerzas desconcertadas,
Así íbamos a la cita elegida y anunciada
Secretamente por las voces del azar
Vivimos una exquisita ebriedad
Nueve meses floreciendo, en feliz inocencia
Nos amábamos por la extrañeza de conocernos
Los abismos que nos cruzaban
Detrás de las palabras no pronunciadas
La fina mirada, cristalina, del deseo inventándonos
En un jardín de delirios creado por los furores de la poesía
En un insondable ímpetu, sólo suspendido
En las horas impuestas por el sueño
II
Te vi antes
En soledad mía irritada por insoportable
Siempre caminado sola, delgada, alta, blanca,
De pelo corto, negro, de ojos de miel, brillantes,
De labios rosados, levemente carnosos,
Elegante en los pasos seguros y lentos,
Vestida de colores frescos, con perfume natural,
Cabizbaja, pensativa o leyendo,
Siempre sola Tú y tu vida
Eres mi amor del azar
-alegría fluyente en la sangre-
Me dijiste la última vez
Decías tú
Con ojos de sol:
Creo en el destino
Como una mariposa al nacer
Dibujando en sus alas insumisas,
Cifras, rostros, perplejidades
Por eso te amé
Gloria Inés
Entre los fascinantes ocasos y auroras de Manizales
Amada total, única
Nuestra realidad era decididamente surreal
No teníamos citas previas, llamadas, recados, terceros
Sólo el Divino Azar escogía la hora del sol o de la luna
Y allí estábamos en el minuto elegido, frescos,
Buscándonos, afirmándonos,
Ante nuestras delicias,
Más solos que nunca,
Ebrios de ser hijos de azar
En el instante
El instante pierde su longitud
Convertido en fuente perpetua
Cae da vueltas no cesa de caer
Disuelto por el aire de los cuerpos
El instante engendra cada sitio
Devoción del fuego
Donde arden las preguntas
Y la voluntad pule obsidianas
Observa cómo cambia el movimiento
De las cosas del cielo y de la tierra
¡Tan nuevo es el mundo!
Es invocada la entraña de la rosa
Para Vicente Huidobro
Es invocada la entraña de la rosa
Su herida mansa deshojada
La frágil voz haciendo la alborada
Efimero templo de la montaña
Cuando lame su fuego el animal
Y el viento mísero recuerda el nacimiento
Nunca muera la rosa
Esclava de la luz y de los labios
Deshojado perfume de la alcoba
Conduce las cenizas y el hilo de la vida
Medida del sentido náufraga nocturna
Salta el sapo al pozo
Sólo es mío
El país que está en mi alma,
Entro allí sin pasaporte
Como a mi casa.
Él sabe mi tristeza
Y mi soledad.
Él me depara el sueño
Y me arropa con una piedra
Perfumada.
-Marc Chagall-
Sonríe el mineral blanco de la luna
Con el bastón brumoso de las horas
Nada detiene nuestra vida
El agua murmura en la luz de las sombras
Con su rojo sombrero de la dicha
¿Qué viento no arpea la sangre de la rabia?
Todo lugar rasga sin piedad nuestras heridas
Hilos desolados en la garganta desde el alba
Tejen el miedo y también los guiños del amor
Duele
La ceniza de las horas
El camino por hacer
La naturaleza muerta de la mesa diaria
La distancia es ficticia a la hora de la poesía
Cuando sabemos
Que la vida está mirándonos en el tocador del asesino
En ese palacio sin leyes donde pasean la tortura y el crimen
Cada noche una estrella cae y duermo aferrado a mí mismo
Velando mi destino