POÉTICA DE LA TIERRA: NUESTRA CASA, NUESTRO HOGAR.

Por Enrique Hidalgo Mellanes
mellanes509@hotmail.com

Winiketik, antzetik, Señores, señoras, público: invoco sus corazones para que escuchen mis palabras. Agradezco a la luna y a mi ch´ulel, el espíritu, quienes me cuidaron y trajeron hasta este lugar, a este sitio.

Desde Chiapas hasta Puebla, el gran jaguar de las montañas y la señora del volcán Chichonal, Pyogbachuwe, vinieron conmigo, están conmigo. El jaguar camina y descubre cada uno de los pequeños espacio de madre tierra. La Señora del Volcán vive dentro de la tierra. Ella es la dueña de los lugares llamados Ts`uan , antes del olvido, antes de la medianoche e Ipstök, veinte casas, el laberinto.

Invoqué a la señora hermosísima del volcán con las mismas que el antropólogo Laureano Reyes Gómez escuchó decir a un viejito zoque de Chapultenango, en la zona norte de Chiapas.
Señora que celebra sus enojos con fiestas,
señora de noches multicolores y días oscuros.
Niña, joven, señora y anciana de belleza temida.

Señora que apaga las estrellas y enciende los rayos,
que duerme despierta, que recuerda el olvido.

El jaguar nos mira, nos observaba quietecido. Levanta la vista. Nos mira, se acomoda cerca de mis pies. La señora del volcán sonríe, nos invita a Ts´uan. Allá están en Ts úan quienes desaparecieron en 1982 durante la erupción del volcán Chichonal. Dicen los viejitos zoques que en la tierra hay laberintos en donde el canto es continuo, la ceremonia a la madre tierra no termina. Todos en Ts´uan están en la gran fiesta de Pyogbachuwe. Es el allá. Pero en el aquí, el ahora, estamos esperando que vuelvan. Por eso rezamos, por eso, los recordamos, por eso los tenemos presentes. El día que dejemos de invocarlos y recordarlos se van a un laberinto, en donde tal vez retornen al aquí. Si nos olvidamos de ellos se va a perder, ya no van a cantar, van a caer en el desencanto. Ya no volverán. Ya nos habremos olvidado de ellos. Dicen los viejitos que tal vez los mismos olvidados se olviden de ellos mismo.

Entonces la tierra nos protege del olvido. Nos cobija. No nos abandona. De ella nacimos, de ella venimos. Nuestro cordón umbilical después que a estado junto a nosotros regresa a la madre tierra. Solo por unos meses nos fue prestado el ombligo, lo que nos une a la tierra. Caminamos, transitamos, nos reproducimos y regresamos a nuestra casa, nuestro hogar. La tierra sabe que iremos a ella.

La tierra es el hogar. Para los corazones indígenas de Chiapas, la tierra es dadora de conocimientos, es constructora de sabiduría. En ocasiones he acompañado a algunos poetas-rezadores para platicar con la tierra, con las montañas en donde vive la señora. Ella se presenta directamente ante quien la invoca, el hombre iniciado. El poeta tseltal Manuel Santis nombra e indica en su poema Diosa del maíz ese obsequiado dado, obsequiado, el conocimiento. Cito:
Tu cuerpo humilde de tez morena
Madre de los hombres:
At`el winik, sots´winik
Hombre trabajador, hombre murciélago

Ante de irte al ch´ul balumilal, sagrada tierra
galardonaste a tus hijos
A uno le diste el don de curar
Le enseñaste las hierbas curativas
A otro le diste el don de hechizar y pulsar.

Me maravillo ante la posibilidad que la tierra enseñe a construir al mundo. La tierra es guiadora de las artes del conocimiento. Los sueños, los rezos, las invocaciones, la poesía del corazón llega directamente desde el espíritu de alguien superior, la tierra, casa de los primeros padres- abuelos. Cuando el corazón de los sabios, hombres verdaderos, son buenos es la misma madre tierra quien se muestra para trasladarnos hacia la otra orilla. En la otra orilla está la revelación poética para el iniciado. La tierra nos da el don de mirar con las palabras.

Los señores pulseadores, hombres quienes hablan con la sangre de las personas. “La sangre es como el agua que llevan los ríos. Tanto el agua como la sangre tienen la facultad de dialogar con personas especializadas”, dicen ellos.

“Voy a pedir permiso” dijo el señor pulseador. Rezó mirando hacia la tierra. El rezo hizo que la tierra se pusiera caliente. Percibí una energía intensa y sabrosa, relajante. Ahí estaba la poesía presentándose ante nosotros. Desde entonces ese rezo me acompaña. Donde yo vaya, siempre va conmigo una parte de mi tierra.



El corazón de Armando Sánchez Gómez, poeta tseltal, escribe en Hojas de pájaros que la tierra es sagrada y con luz o en la penumbra está el alma vigilante. El poeta está conciente del discurso visual y auditivo. La penumbra, el cobertor de la tierra, cuando se mueve tiene un sonido suave solo perceptible por alguien educado solo para estos momentos. De nuevo aparece la figura del poeta. Cito

Cada mañana de nuevo sol
Absorbes la brisa de la laguna
Para emprender tu vuelo
En la penumbra de ch´ul lum k´inal, Sagrada Madre Tierra

La imagen de Ch´ul lum k´inal, la Sagrada Madre Tierra, es hermosa, cubre totalmente nuestra casa, nuestros sueños, cuida de nuestros sustentos, nuestros alimentos. La casa, nuestro hogar, se construye de los imaginarios colectivos, es el sustento.

Debo decir que durante el Encuentro a 25 años de la erupción Chichonal me llamó la atención el rezo de un señor con quien compartí habitación. Le pedí permiso para grabar lo que estaba diciendo. Cito:

Señora, madre mía, virgen de la tierra,
Te agradezco que me sonrías, que me llames por mi nombre.
Aquí estoy, aquí me llamaste.
He vuelto a donde nací, en tu corazón está mi ombligo.
En esta tierra, tu cuerpo, estoy hincado, estoy llorando.
En tu cuerpo duermen mis hijos, mi mujer, mi madre, mi padre.
Cuídalos, madre tierra., santa madre tierra.

¿Qué puedo agregar? Solo silencio. Mucho silencio. Lo que sentí no está en la escritura sino en el alma. Lo que las palabras no pueden decir lo manifiesta el silencio. Solo el silencio.

Por su parte el poeta tsotsil José Vázquez López indica en el poema Gallina cantora (J-ok´el me´kaxan) el permiso para romper un augurio, una anticipación. En buena parte de las comunidades uno como hombre de conocimientos interpreta con precisión cada señal de la naturaleza. Es capaz de leer los detalles imperceptibles para la mayoría de la gente. Ejemplo, el aire malo, el paso del viento, las pisadas de los animales, las voces nocturnas y el canto de las aves Cito.

¡Oh! Señora madre tierra
Déjame torcerle el cuello con vara
A esta gallina cantora
Para que no se salga con la suya.

¿Por qué para matar a una gallina escandalosa e inquieta se le pide permiso a la tierra? Hay varias razones. Una de ellas es que ella es instrumento de alguien para depositar un conjuro a través de su canto, en decir, realizada un encanto, hace transitar un mal augurio en el canto. Si la gallina no completa el canto se rompe el `proceso de maldad. El poeta muestra, revela ese pasaje.

Nos encontramos ante una de las poéticas indígenas sumamente interesantes. El poema se convierte en depositaria de angustias concretas. El poema en su interior se mueve constantemente, se prepara para continuar desde la escritura pero también sabemos que irá directamente hacia el gran océano de la tradición oral.

Muchas comunidades en Chiapas están aprendiendo a leer y a escribir en sus lenguas nativas. Pronto sabremos de otras formas de percibir al mundo,

Los tres momentos espacios, aire, agua y tierra, por el Francisco Shilón Pérez, poeta tsotsil, en el texto Quisiera ser, son atrevimientos de la voz poética manifestándose como posibilidad en ser águila, pez y jaguar. La poesía es eso, atrevimiento, ruptura y propuesta directa de ser todo. La imagen del jaguar en la tierra invita a pensar en la permanencia. Cito.

En el aire quisiera ser una veloz águila
Para disfrutar las alturas;
En el agua quisiera ser un colorido pez
Par viajar en los océanos;
En la tierra quisiera ser un modesto jaguar
Para ser el guardián del bosque…

El jaguar jamás es modesto. Siempre está al acecho. Seducen sus ojos y el color de su piel. El jaguar se convierte en quien cuida la casa, el hogar, el sitio y el territorio. El poeta-jaguar, el hombre- hechicero, el hombre- espíritu se presenta como heredero del entorno y el retorno, la tierra.

El poeta de Huituipán, Alberto Gómez Pérez, ha sido testigo directo de acontecimientos drásticos en su comunidad, la tsotsil. En algunas charlas me platicó de las maravillas de los arrojos y ríos que se encuentran en las montañas. Él recuerda la niebla sumamente fría cubriendo los árboles. Esa visión ha ido cambiando. Desde la nostalgia y el dolor escribe el poema Sequía. Cito.

Miren pues la tierra
Se está secando totalmente
Abriendo está su boca
Abriendo está
Su garganta de tanta sed.

La tierra, al igual que las casas de varias comunidades indígenas, tiene vida y se les ofrecen alimentos. A la tierra se reza para que sea buena con los hombres, para que nos cobije. Pero nos olvidamos de la tierra y ya tiene sed, ya abre su boca, ya abre sus ojos, ya tiembla, ya sufre, ya llora.

Gómez Pérez, en otro poema llamado Dile, alude a la tierra como el hogar final en donde se llega, donde el cuerpo y el alma llegan para vivir de otra forma distinta. No se llega al cielo sino se continúa allá en la tierra, la otra, lo subterráneo, sitio donde no se pierde la conciencia. El poeta pide un favor a quien ya se va al allá, al hogar de donde se dice que salimos. Retornamos, volvemos al verdadero lugar. Aquí solo venimos a caminar y a sufrir un rato. Cito.

Si lo ves pasar háblale
Dile que sus hijos están bien
Confórtalo si está dormido
Y no le hagas cosquillas en los pies
Es que ríe mucho,
Ríe a carcajadas.

Se acerca el día de los muertos. Sin embargo, para algunos grupos indígenas que dejaron de ver a sus conocidos debido a las fuerzas destructivas de la naturaleza no aceptan que hayan muerto. Así que el fragmento del poema de Gómez Pérez es la continuidad de la existencia dentro de un grupo tsotsil. Por su parte, los zoques del volcán Chichonal tienen la esperanza que algunos retornen del encantamiento de la dueña del volcán. Allá están en una fiesta ocasionada por al erupción de un volcán, la fiesta del enojo.

Durante un encuentro de escritores indígenas charlé con Adriana López Santis, hablante de la lengua tseltal. Ella me confió que la tierra, la madre tierra, nos regala todos los colores, es una dadora de regalos. La madre tierra tiene todos los dones, los sueños y algunos confían que llegado algún momento nos encontraremos. La tierra le otorga a la poeta la siguiente facultad indica cado en el texto Yo escribo. Cito.

Y pinto noches,
Mañanas y tardes
Desde las entrañas de la tierra
Donde yacen los colores del abismo.


La tierra como madre, guardiana y dadora de vida también es casa, hogar y destino. Lo percibo es la continuidad de los conocimientos heredados a través de la educación comunitaria y familiar, educación endógena.

El asombro ante la tierra, la nostalgia por el territorio en donde dejamos enterrados nuestros ombligos nos hace retornar, soñar, evocar, convocar y encantar a la misma luna.

Agradezco cada uno de sus corazones que me dejaron hablar con ustedes. Antzetik, winiketik, kolavalik. Señoras, señores, público oyente, mi corazón les agradece sus atenciones.


Bibliografía.
Gómez Pérez, Alberto: K´evo yu´un kajvaltik xchi´uk yalab snich´nab. Palabras para los dioses y el mundo, INI, 1996
Hidalgo Mellanes, Enrique: La fiesta del enojo, Tradición oral como parte constitutiva de la educación endógena entre los zoques de Chiapas. Tesis de Maestría en Educación Indígena, Universidad Autónoma de Chiapas, 2007.
Juno´ox ko´ontik, jeltos snopbenal. Corazones unidos, pensamientos distintos, Unidad de Escritores Mayas Zoques, A.C., 2005
López Sántis, Adriana del Carmen: Jalbil k´opetik. Palabras tejidas, Coneculta. 2005
Reyes Gómez, Laureano: Los zoques del volcán, CDI, 2007

Texto leído el 26 de octubre de 2007 durante el VIII Congreso Internacional de Poesía y Poética. BUAP. Maestría en Letras Mexicanas. Puebla, Puebla.