Iniciar un ciclo implica el fin de otro. Tal vez más corto o extenso, o denso. Así es de circular todo. Cifrar los alumnos de nuestra carrera nos exime la posibilidad de apreciar el espíritu de ellos. El apretón de manos, el abrazo y el beso son parte del proceso formativo que todos en la carrera hemos apostado. Hoy, estoy convencido que nuestras alumnas y alumnos coinciden que debemos impulsar a nuestra carrera desde la formación propia, desde el reconocimiento de nuestra individualidad pero también de nuestra diversidad.
Desde que asumí la honrosa responsabilidad de coordinar los trabajos y esfuerzos de nuestros maestros (que también han sido mis maestros) me comprometí devolver a mi carrera lo mucho que me ha dado: las tardes veraniegas en invierno, el murmullo de las luciérnagas en su apareamiento, el soplo de la colina universitaria desde su mirador pasivo, pero sobre todo: el conocimiento de la vida. Ahí he estado, y ahí he decidido permanecer. Pero siempre en movimiento.
A nuestros nuevos alumnos, los convoco a identificar el punto mediato para superar los retos y obstáculos que se les impondrá. Mas la tibieza e inanimación no deben tener cabida en este sorteo académico. Yo lo aprendí ya grandecito. Hagan de lo ordinario algo extraordinario. Cambien su propia realidad. Sean críticos, analíticos y propositivos; pero sobre todo, sean leales. La lealtad es de ida y vuelta. Y es la que nos dignifica como seres humanos.
A mis maestros de camada, los exhorto, los convoco a eliminar el egoísmo del conocimiento, a suprimir la envidia retórica de los pasillos y el acoso sexual de la ociosidad. No les pido algo adicional, solo lo que ustedes saben hacer y disfrutan dar: ENSEÑAR. ¿Es mucho pedir?
Sean bienvenidos al primer semestre del 2011. Que nos vaya bien a todos.
Isaac Castillo