MI PRIMERA LECTURA DE AURA, NOVELA ESENCIAL DE CARLOS FUENTES

Por Ricardo Cuéllar Valencia

Para José Francisco Nigenda, narrador y poeta a quien Florentino Pérez y Pérez por su autoridad académica e intelectual deberá proponer a este  escritor al Premio Chiapas. Va todo mi apoyo, indeclinable, queridos amigos.

En abril de 1970 leí por primera vez Aura de Carlos Fuentes. El esplendor de lo obscuro, lo presencial de lo fantasmagórico, el  lenguaje cifrado del sueño, el erotismo de un hombre y una mujer jugando en un encuentro surreal y, en su conjunto, lo poético, me subyugó  permitiéndome entender que los grandes descubrimientos del romanticismo seguían tan presentes como inocultables, que los románticos son nuestros contemporáneos.  Se lo comenté a mi mejor amigo -de toda  la carrera de sociología-, Hernando Arango Viana. Él se interesó más por la forma de poder que representa la tía de Aura, Consuelo;  y, de inmediato me comentó: -lo que realmente le importaba al  novelista en el momento de escribir  fue la presencia autoritaria femenina. No estuve de acuerdo, totalmente. Era un domingo. Con frecuencia llegábamos, cada fin de semana,  al parque Bolívar, frente a la catedral Metropolitana de Medellín, a escuchar el concierto de la Sinfónica. Pasábamos, casi siempre, a un costado, a una heladería, Picadilli, pedíamos, como era nuestra costumbre, tés fríos y helados  y continuamos la conversación.

- Mira, le dije: todo lo que hace, dice y piensa la  joven muchacha Aura nace de una educación sentimental propia del siglo XIX, o más exactamente se trata de una novela de corte gótico. Las simbolizaciones  son muy precisas. El muchacho ha sido contratado para leer documentos y escribir sobre la vida del militar que fue el padre de Consuelo. El tiempo y el espacio se presentan en claros-oscuros, digo, todo ello confluye en una casa nocturna: la mesa del comedor, las recámaras, los pasillos, las formas de vestir, los tapetes y  hasta el aire y las luces son de ese siglo, incluso, no dudo,  anteriores. Obvio que los sentimientos y la manera de pensar de los personajes son propios de una aristocracia cimentada en una tradición colonial, en el centro histórico de la ciudad de México. Y comentó Hernando: -me gusta tú análisis; pero concrétalo, con mayor  precisión, mi querido poeta. A eso voy, distinguido profesor.

Saqué mi libreta de  apuntes y con una inconfundible emoción  mirando  los ojos de mi amigo, plantee lo siguiente: La novela está contada en segunda persona del singular, desde el  presente y el futuro, por un narrador omnisciente, es decir, por un narrador que todo lo sabe, a tal punto que el narrador cuenta,  parte de  la ficción en futuro, como si ya supiera lo que va a ocurrir, cosa nada difícil de comprender si no olvidamos que se trata de personas-personajes que viven en un tiempo circular, repetitivo.

El estilo de Carlos Fuentes en Aura logra una factura literaria tensa, de estricta economía de palabras, de frases donde lo que cobra profunda significación  es la sugerencia. Lo que he llamado novelización  gótica se puede entender desde la lectura de una obra pictórica de Rembrandt, dado que ese tiempo se expresa por medio de la primacía de fondos negros,rostros opacos,  cuerpos de escasa luz, como tu bien lo sabes, Hernando.

-Excelente. Ya se para dónde vas. Continúa.

- Sobresalen dos elementos en ese ambiente encerrado, casi asfixiante: el olor. Si Rimbaud disfrutó el sentido de la vista, Fuentes se deleita en esta novela con el olfato. Siempre huele a húmedo, a  viejo, a musgo, a raíces podridas, a encierro. Logra una exquisita exaltación del olfato. Recordemos, además, la presencia de elementos aromáticos que logran crear un soporte sistémico y un tono real -desde la irrealidad- a la ficción. Esta  es una herencia cervantina, bien asumida.   El otro elemento articulador de este discurso narrativo es el color verde. Nos encontramos con el intertexto de mayor presencia dentro de la narración, en tanto aparece con dos denotaciones diferentes y convenientemente marcadas. El más inmediato y revelador es el verde en el vestido de Aura, varias veces referido como la bata tafeta y el verde de sus ojos. El verde es un símbolo que inequívocamente se refiere a la vida, a la magnificencia de las plantas, a la presencia del bosque o el jardín: y por supuesto, en referencia directa a la juventud, a esa juventud viva en Aura y ausente en la flaca Consuelo, amiga de los gatos, también de ojos verdes, ahora enigmáticos.

 En un juego literario que llamamos metonimia Fuentes, en un momento preciso de la narración, en el que el joven historiador Felipe, enamorado, o mejor visto, deseante de Aura, al observar las antiguas fotografías que ha sacado de un baúl, por donde rondan ratas, y las imágenes de la tía y la sobrina, aquí en la narración, logra identificarlas, a una, en la imagen del pasado y, a la otra, en la memoria inmediata,   al mismo tiempo que se confunden o transfiguran mutuamente la una en la otra.

Así pues que el verde como símbolo es trabajado o creado literariamente por el escritor sobre diferentes objetos, para figurar el paso del tiempo, la imagen principal es la de esa tía, Consuelo, ya vieja. De Ahí la necesaria presencia al interior de la casa del musgo verde, del bronce verdoso. El moho verde se esparce por el cuerpo de Consuelo. Por medio de la metonimia, el juego de espejos o los cruces de las dualidades el escritor logra crear varios espacios, varios tiempos, varios cuerpos, varias realidades, en el pasado y el presente, y aún en el futuro, con una magnifica prosa pulida por la imaginación erótica y la presencia de lo fantasmagórico de múltiples y ricas significaciones.

-Bien, amigo. Eres preciso. Todo lo que has descrito no es más que la presencia de los elementos muy bien detectados y destacados por ti que nos permiten, por otro lado, desde otra perspectiva, ver que el personaje viejo, Consuelo, por sus atavíos, palabras, gestos, actitudes no es más que la simbolización de la presencia autoritaria femenina, no sólo mexicana, es, en lo fundamental, hispanoamericana. Gracias por destacar los elementos literarios que le dan vida a esa presencia autoritaria que se reproduce desde ese juego de espejos que señalas, entre la vieja tía y la joven sobrina, que precisamente en un momento la joven la vemos vieja y a la tía joven y bella. Allí está planteada toda la mecánica de la reproducción de esa presencia autoritaria femenina de la que hablo.  Nos complementamos querido amigo, por eso me gusta reunirme y  hablar contigo.

Así  mis encuentros con aquel querido amigo. Así mis lecturas literarias desde los estudios de sociología. Y las lecturas históricas de la literatura. Vale.