Alejandro Molinari
alejandromolinaritorres@gmail.com
http://areni-ya.blogspot.com
Medio mundo sabe lo que le sucedió a nuestro poeta Efraín Bartolomé. En este país y en estos tiempos, el alambre de púas también está ya enredado en los pozos de luz.
Efraín escribió una crónica del allanamiento de su morada y de su intimidad, contó el horror de ver cómo el instante, a veces, toma el rostro de la oscuridad.
En esa crónica, Efraín preguntó: “¿De verdad estamos solos?”. Sí, poeta, dijeron todos: “¡estamos solos!”. Todo es como si la barbarie del origen estuviera instalada en nuestras calles, como si nuestros hogares los hubieran convertido en cuevas, como si el hilo de la luz nos lo anudaran como soga al cuello. Sí, dijeron todos, ¡estamos solos!, pero además, estamos indefensos.
Hubo un tiempo en que los ciudadanos tenían el consuelo de las leyes, pero ahora las leyes las encontramos pisoteadas, como esas flores que caen en los chiqueros. Hubo un tiempo en que los ciudadanos tenían el consuelo de acudir a sus autoridades para solicitar auxilio, pero ahora las autoridades, por la ambición del poder y del dinero, se han puesto a favor de los delincuentes. De pronto, ¡Dios mío!, la pregunta de Efraín nos ha mostrado la realidad: ¡Estamos solos!
Hubo un tiempo en que la vida fue sencilla; un tiempo en que nos acostumbramos a ver telenovelas y películas bobas donde había dos grupos: los buenos buenos y los malos malos. Una tarde, la realidad se impuso y supimos que la vida era como en la buena literatura, los hombres estaban hechos de ambas sustancias, pero aún estaban definidos los grupos que buscaban el orden y los que querían imponer el desorden. El oprobio que sufrió Efraín ya nos instaló, de tajo, en la brutal realidad: los encargados del orden se han puesto del lado de los que nos infligen el desorden. Los ciudadanos de a pie, los que beben las madrugadas, los que juegan con sus hijos en los parques, los que leen poesía, los que trabajan en paz para la paz ¡ya no tienen para dónde hacerse!
Sí, poeta, dijeron todos: ¡estamos solos e indefensos! Las autoridades -en forma autoritaria- le quieren arrebatar las alas a los sueños y a las palabras; quieren cancelar la luz e infectar con virus los más altos cielos.
¡Estamos solos! Nos queda apenas la mano de solidaridad, el puño que no se vence, el aliento que no se rinde. ¡Estamos solos! Nos queda apenas el orgullo de la palabra, el pañuelo que no dice adiós sino que da bienvenida a la esperanza. ¡Estamos solos! Ya, medio mundo, se dio cuenta. Pero los otros, los confabulados, los que hacen la mafia, son pocos, muy pocos. Nuestra soledad e indefensión es grande. ¡Estamos solos, como nunca lo habíamos estado! Pero son muchas las soledades, muchas las indefensiones. Por esto, ahora comenzamos a darnos la mano para acariciar nuestra soledad conjunta; para ponernos entre todos un poco de ungüento; para decirnos que estamos solos y, por lo mismo, necesitamos esos puentes que Efraín comenzó a construir con su texto.
¡Como nunca estamos solos! ¡Más de cien millones de mexicanos lo estamos! Esto será bueno recordarlo ahora que los conjurados vendrán a ofrecernos su mano en el 2012.
Indigna lo que le sucedió a Efraín, pero como toda Alma Grande, él ya convirtió en luz la mierda y nos abrió la mano con esta certeza ¡estamos solos!
Gracias, Efraín, porque en medio de tu estupor tuviste las agallas suficientes para decirnos que esos que se dicen nuestros son de otros y otros sus propósitos y otras sus miserias.
Nosotros somos la patria y sí, qué pena, nuestra patria ¡está sola! Está en manos de los otros.