LA SIMBOLIZACIÓN FÁLICA EN LOS ACTOS DE HABLA DE LOS PESCADORES DE PAREDÓN, CHIAPAS.

Por: Isaac Castillo
Ponencia presentada el martes 13 de octubre en el VIII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Estudios del Discurso en Monterrey, Nuevo León.

Quiero compartir en este espacio mi reconocimiento a la gente productiva de la región costa del estado sureño de Chiapas; a las voces sin dueño, a quienes se miran a la mar cuando ofrendan la vida como a una madre, y a el mar cuando ofrecen el respeto al todopoderoso e infinito padre de las olas y los alimentos. A los que se dedican al empuje productivo de nuestro estado, a los pescadores, quienes en su cosmogonía, trasladan la esencia de la sal y el calor humano con sus expresiones cotidianas. Quienes en las verbenas sociales, ante la vida y la muerte, del motivo que fuere, hacen gala de la forma que ven la vida a través de las palabras.
Simbolizar implica realizar diversas funciones cognitivas, fisiológicas y sociales. Describir y explicar el entorno se convierte para el ser humano una actividad mecánica madura. La vida cotidiana exige establecer el contacto verbal todos los días y en todo momento. Las aproximaciones a nuestra realidad se fundamentan en la intencionalidad de describir nuestro entorno o nuestras necesidades. Todo es aproximado. Desde la intención de manifestar la multiplicidad de imágenes que recorren nuestra entelequia cognitiva y que sólo a partir del uso de las palabras logramos acercarnos para cumplir con nuestro objetivo, estaremos predestinados a ser insatisfechos por no lograr la fidelidad en el proceso comunicativo.
El ser humano se constituye de imágenes. Aproximarse a su realidad y describirla requiere involucrarse en un proceso donde factores externos determinan los componentes de su emisión. Desarrollar habilidades propias de su madurez cognitiva y fisiológica le permitirá ser eficaz en procesos de interacción comunicativa. Materializar los signos con los que deconstruye su realidad implicará nuevas complejidades que requerirán ser solucionadas. Decodificar las expresiones orales implica una serie de complejidades que se deben resolver con el afán de incorporar conocimientos que el entorno ofrece a partir del intercambio de significados. No resulta fácil en los términos de la constitución antropológica, sociocultural y lingüística de los sujetos.
La realidad en general muestra los sucesos y objetos. Nada garantiza que la autenticidad de los acontecimientos y las cosas sean similares a como lo perciben sus semejantes. Sin embargo, se debe aproximarse a los colores, olores, sabores, textura y sonoridad de las cosas. Y ¿cómo describirlas? ¿Cómo lograr emitir las sensaciones, las percepciones, las emociones y los pensamientos? La capacidad innata de la que hablaba Noam Chomsky
[1] se manifiesta de tal manera que los humanos nos hemos convertido en seres con capacidades cognitivas y fisiológicas únicas en replantear las mismas realidades y aproximarnos a los hechos y a los objetos.
El que el sujeto sea social, está determinado por el uso que de la lengua hace. Su socialización la fundamenta en el manejo de códigos y símbolos que, interactuados, se traducen en el acercamiento a esas realidades. El manejo simbólico de las realidades determina la forma en que se deberá normalizar un sistema lingüístico y sus variantes geográficas y sociales. La necesidad permanente de los hablantes por recrear la realidad los ha llevado a adquirir más que los significantes, contenidos abstractos o intangibles. En ello estriba la controversia de la normalización de un sistema. La integración de los sujetos en sociedad surge de cuatro componentes: lo cultural, lo normativo, lo comunicativo y lo funcional. La parte cultural nos da identidad. Lo normativo permitirá el acuerdo de las representaciones sociales; lo comunicativo nos llevará a la convención de los acuerdos y lo funcional a la practicidad de las relaciones sociales. La ruptura de estos esquemas a partir de la divergencia de la memoria social de los sujetos puede dar paso a la exclusión de sus miembros y es a través de la práctica de la oralidad como se manifiesta este proceso.
En Chiapas, la diversidad lingüística se establece como la oportunidad de describir las diferentes manifestaciones culturales. Es a través de la oralidad de la palabra como logramos aproximarnos a realidades que convergen en distintas maneras de enfrentar la cotidianeidad pero que también determinan los ámbitos cosmogónicos de los usuarios de la lengua. Pese a la diversidad lingüística y cultural, la integración de los usuarios de la lengua está determinada por los componentes que les otorgan origen y sentido étnico.
La diversidad cultural —y la lingüística en particular— en Chiapas se manifiesta como la realidad en ser considerada a partir de la multiplicidad de factores que inciden en su constitución y en la reafirmación de una identidad. Las lenguas indígenas en Chiapas son atendidas, descritas y explicadas para la mayor comprensión de su origen, del contacto con las lenguas vecinas y las dominantes, así como el medio para la comprensión de su cosmovisión. Sin embargo, corresponde a sus hablantes establecer las políticas lingüísticas que permitan reorientar a cada cultura a partir de sus necesidades y expectativas particulares (y a los especialistas describir qué se está haciendo al respecto). La autonomía de las mismas debe ser regida por los propios actores de cada entorno lingüístico.
Chiapas es un estado urgido por reconocer e impulsar la multiculturalidad y las expresiones pluriétnicas de sus habitantes, de donde las lenguas indígenas como el sotsil, seltal, chol, cachiquel, zoque, mame, tojolabal, chuj, kanjobal, jacalteco, lacandón, mochó, quiché e Ixil, y que representan casi el 25% de sus habitantes, han tenido el estudio pertinente y adecuado por parte de los especialistas, mismos que a su vez han soslayado las variantes dialectales del castellano que mantienen una coexistencia con alguna de las lenguas indígenas mencionadas. Se han establecidos mecanismos pedagógicos para ofrecer con eficiencia programas educativos bilingües con éxito pleno.
Con lo anterior, en Chiapas se cuenta también con expresiones en lengua castellana que tiene influencia de lenguas indígenas para la recreación de realidades de cada región. Así, en Comitán, Chiapas el uso de expresiones con influencia del Tojolabal marca la particularidad de su variante dialectal. En San Cristóbal de las Casas las expresiones ladinas están complementadas con manifestaciones léxicas del sotsil y seltal. En la región de la frailesca y en el municipio de Chiapa de Corzo aún cuentan con la herencia de toponimias y expresiones coloquiales de la lengua Chiapaneca, una lengua desaparecida a finales del siglo XX y que enriquece muchas de las expresiones actuales. En Tuxtla Gutiérrez varios productos gastronómicos están designados con base a la lengua zoque, una cultura influyente en la vida comercial de la parte central del estado.
Las investigaciones lingüísticas realizadas en nuestra entidad son insuficientes en este ámbito. Las escasas publicaciones están en dirección para corresponder a alguna lengua indígena y soslayan las variantes y modalidades dialectales que se gesta con el contacto lingüístico entre el castellano y alguna lengua indígena. O peor aún, obvian la particularidad de las variantes dialectales del castellano que no confluye con alguna lengua indígena.
No obstante, con ello también ha ido decreciendo el interés por preservar estas expresiones que conllevan la identidad y perspectiva de un pueblo. Por eso, ahora que se realizan los trabajos sobre el patrimonio cultural intangible de Chiapas es justo reconocer el espacio que nos merece los usos lingüísticos de cada rincón de nuestro estado. No debemos soslayar la musicalidad de la expresión coloquial comiteca cuando dicen: “¡mirálo, qué cositía!” aludiendo a algo o alguien lindo; ni de la expresión afectiva de los cintalapanecos con su saludo “idia’i nitu”. Resalto el trabajo que los ilustrísimos miembros de la “Rial Academia de la Lengua Frailescana” han hecho redescubriendo el sentido de pertenencia de los habitantes de Villaflores. Tampoco debemos echar a saco roto el proceso de desaparición del voseo en el habla de los tuxtlecos y que históricamente se comparte con muchos países sudamericanos y que nada se ha hecho al respecto. Pero sobre todo, debemos atender la musicalidad y la poética depositada en esas expresiones que nos arrojan a cubetadas el orgullo de pertenecer a estas tierras.
En el cuerpo académico: Estudios Históricos y Críticos de las Manifestaciones Lingüísticas y Literarias de Hispanoamérica de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Chiapas impulsamos una tarea que revisa toda expresión que implique su análisis desde la perspectiva semiótica, literaria y lingüística. Incluso diseñamos un blog donde concurren temas de nuestra importancia compartidos con docentes y alumnos de la UNACH. Por ello, nos hemos dado a la tarea de confluir los estudios, no solo desde el interés indígena sino también de aquellas expresiones dialectales del castellano. Por ejemplo, el uso de los diminutivos como recurso persuasivo de las vendedoras de los mercados público, el uso particular del voseo en varias de las regiones del estado; el acento de los comitecos resultado de las lenguas en contacto; vaya: hasta de las expresiones procaces inscritas en los sanitarios públicos de la ciudad. Para esta ocasión seleccioné el tema de la simbolización fálica, que no es del uso exclusivo de los pescadores de Paredón, también del resto de la costa chiapaneca.
Las características discursivas de los pescadores de Paredón, Chiapas es nuestro objeto de estudio. La simbolización fálica en sus actos de habla ha sido objeto de escarnio en unos casos y reprobables en otros. Lo destacado de este tema es que los hablantes de esta zona en escasas ocasiones refieren a la expresión “verga” de forma peyorativa o procaz; así, logran reconstruir realidades de forma natural. En ocasiones, para el saludo con familiaridad expresan: ¿qué tal, verga…?, o ¿cómo estás, verga…? y no por ello se agrede al receptor con estas expresiones. Incluso la expresión “verga” es utilizada como admiración en frases como: ¡eres un verga..!, o: ¡qué verga eres..! o para denotar asombro como: ¡qué verga día! o amenaza: ¡síguele verguita y verás…!
Podríamos comparar la ambigüedad del verbo “chingar” común en el habla coloquial de la mayoría de los mexicanos e hispánicos, y el uso del léxico verga entre los hablantes de la costa chiapaneca y concretamente en los pescadores de Paredón, Chiapas. Y hasta podríamos compararlo con la expresividad de los habitantes de Alvarado, Veracruz; sin embargo, en ningún instante trastoca la integridad moral de los interlocutores ni configuran la realidad a partir del doble sentido.
La simbolización fálica es el mecanismo lingüístico por antonomasia, recipiendario del propósito fausto de esta región. Pareciera que el mecanismo magnánimo, resultante de la admiración por lo extraordinario es lo que permite gestar el uso de la imagen del miembro viril como ejemplo de fuerza, sobriedad y mecanismo de defensa, pero también de poder. Aún más: como un enlace recurrente de familiaridad y adhesión. Por ello, su uso matizado, ha propiciado que la mayoría de sus hablantes utilicen de “forma natural” estas expresiones en varios acontecimientos y no por ello renuncien a su capacidad intelectual; probablemente en la búsqueda de la identidad. Pero también se manifiesta como un recurso del poder ante el débil quien se ve acorralado. En los complejos mecanismos de la resignificación cotidiana. Y cuando se ve amenazada o trastocada la integridad física o moral del oriundo de Paredón sale a flote las reacciones machistas y de hombría infundamentadas (como lo describe magistralmente Octavio Paz en El laberinto de la Soledad) que apoyadas con los procedimientos paralingüísticos reafirman el mensaje a través de la simbolización fálica.
Entiendo que la simbolización es un complejo proceso de significación, determinado por componentes culturales y antropológicos. Además, este recurso psicosocial plasmado en los recursos discursivos de los pescadores de Paredón, Chiapas estriba en una relación de fuerza y trabajo necesaria en su actividad de altamar. Por ello, aluden constantemente y con una conducta mecanicista en la simbolización del miembro viril en sus estrategias discursivas. Nunca con el afán agresivo u ofensivo. Tal vez en la proyección machista y la omisión del eufemismo hacia este léxico (común en nuestra sociedad) fue suplantado por el ímpetu y forma tan directa de nombrar la realidad. Y a partir de esta caracterización lexical fue heredándose en el contorno social de Paredón y de las comunidades aledañas. Es más, las mujeres recurren sin bochorno al uso de este componente. El léxico “verga” debe ser atendido, no desde el enfoque exclusivamente lingüístico sino contextual, problematizador, semiótico y antropológico.
La musicalidad y poética de las variantes dialectales están arrumbadas en el desinterés social y oficial. Queremos que se manifieste una revolución académica que se enfoque en el fortalecimiento de la identidad lingüística y pertenencia grupal. Porque solo así, en una relación ontológica, podemos hallarnos en el otro, reconociéndonos, compartiendo los componentes lexicales, fonéticos y cinésicos de nuestros coterráneos.
El vértigo que genera las relaciones sociales de los sujetos de una región a otra ha propiciado que se emplee el español estándar que motiva en mucho, no solo al desuso de la variedad regional del mismo sino al olvido de la riqueza de nuestra habla costeña. Acoto: no estoy abogando por la anarquía lingüística, estoy siendo enfático en la necesidad de otorgar el reconocimiento a las múltiples expresiones verbales de hombres y mujeres de la zona costa-istmo de Chiapas. El entorno en que se construye el lenguaje articulado está provisto de elementos que nos dan nombre y apellido a los pueblos urgidos de pertenencia y origen. Nos debemos y tenemos una identidad a la que no renunciaremos.
Por ello, la forma tan particular de expresarse de hombres y mujeres de la costa de Chiapas no debe plantearse desde la exclusión social ni de la censura al uso de sus variedades regionales, sociales e históricas. No se debe vulnerar el derecho al uso de la variante dialectal propia a partir de la corrección de ajenos a la región, porque no entenderán los complejos procesos de transferencia lingüística, y la corrección no hace más que destruir los códigos subyacentes de los actos de habla de nuestros hombres y nuestras mujeres de Paredón, Chiapas.





[1] Chomsky opina que la gramática generativa modela tan solo el conocimiento que subyace en la capacidad humana de hablar y entender. La mayor parte de dicho conocimiento es innato y que todas las lenguas están compuestas a partir de una serie de principios, los que tan solo varían en ciertos parámetros (y por supuesto, el vocabulario). Por lo tanto, un bebé puede tener una gran expectativa acerca de la estructura del lenguaje en general, y solamente necesita deducir los valores de determinados parámetros para la(s) lengua(s) que esté aprendiendo.