El poeta Joaquín Vásquez Aguilar nació el 15 de agosto de 1947 en Cabeza de Toro, en Tonalá , Chiapas. Un día, por la mañana de 1994, nos dijeron que había muerto en su departamento en Tuxtla Gutiérrez. Muchos recordaron las palabras de Joaquín, otros les vinieron a sus memorias las veces que el poeta cantaba o dialogaba sobre César Vallejo y Vicente Huidobro. Otros lo recordamos charlando en el taller de poesía que coordinaba en el antiguo CREA.
Una mañana de noviembre de 1998 fui al estero Cabeza de Toro, lugar donde nació y vivó Joaquín Vásquez Aguilar. Llegué a su casa. Ahí conocí a la cuñada del poeta. Mientras yo desayunaba ella me dijo: ahí en ese palo de chicozapote, ahí ponía mucho su hamaca. Ahí platicaba mucho Joaquín con sus amigos. Mi suegra se llamaba Asunción Aguilar Natarén y mi suegro Emeterio Vásquez Ochoa. Mi suegro era un señor muy platicador con los amigos de Joaquín. En el palo de chicozapote que le digo pues, llenaba con los amigos de Joaquín. Son tantos nombres que no los recordamos en este momento pues ya tiene tiempo que él falleció. Sus amigos se dormían bajo el chicozapote. Eso era cuando Joaquín estaba vivo.
Después del desayuno, caminé un rato hacia el estero. Recordé el poema dedicado a Don Emeterio y las alusiones directas al mar. Recordé a Joaquín leyendo poesía. Recordé el long play que grabó. Me buscaron porque en la casa de Joaquín Vásquez, me estaba esperando don Heberto. Esta es la charla.
Mi nombre es Heberto Vásquez Aguilar. Joaquín es mi hermano. Tuvimos una relación a todo dar. Inmediatamente mayor mío. Era tranquilo no era violento. Desde pequeño ya traía eso de la poesía. Le gustaba escudriñar en la naturaleza, observar a la naturaleza. Así vino creciendo. Y ya más de grande se fue dando cuenta con sus estudios. Me acuerdo que él decía (no había ido todavía a Tuxtla Gutiérrez) que quienes estaban en las ciudades eran gente distinta a nosotros, pensaba que en Tuxtla vivía gente muy alta.
Aquí en Cabeza de Toro no había ni luz. Cuando vino un licenciado, amigo de la familia, Juan Camacho, él fue quien se llevó a Joaquín a Tuxtla. Allá siguió con sus estudios. Estando allá se dio cuenta que los tuxtlecos no eran altos como pensaba en su imaginación.
Foto: Rodrigo Núñez
Quiero decirle que hace rato estaba yo platicando con mi hermano mayor, Isaías, sobre el “Cuaderno perdido” de Joaquín. Mi hermano le puso música a unos poemas. Así que si vienen en agosto, porque es en agosto cuando vienen a ver al estero a recordar a Joaquín, mi otro hermano quiere decir y cantar esto, algunos poemas
Joaquín se fue a Tuxtla a tomar la secundaria. Como de quince años se fue de Cabeza de Toro. Aquí lo teníamos, platicaba con nosotros, conmigo. Cuando se emborrachaba Joaquín me buscaba porque a mi me gusta leer. “Beto, ¿tienes algo que leer?, me decía. “si aquí tengo revistas”. De libros estaba saturado en Tuxtla. El decía “me voy a descrudar con revistas”. Leer era su descrude. Se concentraba tomando limonada con hielo. Luego ya comentaba conmigo de lo que él estaba escribiendo.
Joaquín preguntaba mi opinión sobre la muerte. Me comentaba mucho del Génesis de la Biblia. “Comentemos algo del Génesis, de la Biblia ”, decía Joaquín. Hace tiempo vinieron unos poetas de Tuxtla y les hablé de lo místico de Joaquín. Eso nadie lo había mencionado.
Joaquín vino a la tierra el 15 agosto y lo sepultamos un 15, también. El muere a los cuarenta y siete años. Nació en 1947. Ahí está el número siete. También la diferencia está en el mes que lo sepultamos el 15 de enero y el nació el 15 de agosto. Son exactamente siete meses. Hace siete libros. El último fue “Pequeño paraíso perdido”. Indago que el hombre de Joaquín, en lengua hebrea, significa, “Dios está preparando". Joaquín entonces estaba preparando siete libros. A eso le llamo “lo místico de Joaquín”. No creo que sea coincidencia tantos números sietes.
Hace tiempo cuando le hicieron un homenaje a Joaquín en la Casa de la Cultura de Tonalá habló mi hermano Enrique. Yo no iba a hablar. Y no se como de repente sentí un aire caliente. Me paré. Quería yo hablar sobre lo místico de Joaquín. Fue como una inspiración, un relámpago.
Hay veces que me preguntan ¿Cuántos hijos tuvo Joaquín?”. Yo les digo “siete”. “Ah, ¿tuvo mujer?”. “No. Los siete hijos son siete libros que escribió” Pienso que su obra termina con “Pequeño paraíso perdido”.
Joaquín fue pescador. Por eso sus amigos le decían “Capus buvence del mar”. Aquí enfrente está el estero, pues todos somos pescadores. Está como a doscientos metros de aquí de la casa. Joaquín pescaba muy poco. Aprendió a pescar pero él gustaba más ver las garzas. Por eso, él se inspiró en el mar y en los manglares, Este fue su mundo: entre los dos mares.
Cuando era pequeño le gustaba mucho jugar al trompo y a las canicas. Y además a elevar papalotes cuando era tiempo de secas. Era inteligente. Tenía visión. Ese es mi hermano Joaquín.
Nota. El poeta publicó: Cuerpo adentro, Aves, Vértebras, Casa, Cuaderno perdido, Erguido a penas y Pequeño paraíso perdido.