Enrique
Hidalgo Mellanes
Víctor Sosa (Uruguay, 1956) es poeta, ensayista y
traductor de la lengua portuguesa. Desde 1983 vive en la Ciudad de México y en
1998 adquiere la nacionalidad mexicana.
Recibió el Premio Nacional Luis Cardoza y Aragón
para Crítica de Arte (1998), el Premio Nacional de Poesía Pancho Nácar (2000),
el Premio Nacional de Poesía Gilberto Owen (2012), el Premio Internacional de
Poesía Jaime Sabines (2013) así como Mención de Honor del Ministerio de Cultura
del Uruguay y de la Intendencia de Montevideo por su libro Los animales furiosos. Obtuvo el apoyo del FONCA en Proyectos y
Coinversiones, 2006 y Residencias Artísticas en Canadá, 2008 y Francia, 2011.
Tiene publicados 15 libros de poesía, ensayo y crítica, entre los que se
destacan Sunyata (1992), La flecha y el bumerang (1996), El Oriente en la poética de Octavio Paz
(2000), Decir es Abisinia (2001), El Impulso (2001), Los animales furiosos (2003), Mansión
Mabuse (2003), La saga del Sordo (2006),
El principio de eternidad (2009), Nagasakipanema (2011), el video-poema La palabra (2011) y lodos / lotos (2012).
Colaboró regularmente con la revista Vuelta en la década de los 90s. Ejerció
la crítica de arte, de cine y de literatura en unomásuno, La Jornada
Semanal, Milenio y Reforma, entre
otros periódicos de México. Es profesor de Literatura, Arte y Apreciación
cinematográfica en diversas instituciones. Dirige el Laboratorio de Escritura
Autobiográfica y es fundador de ZONaUNO,
Seminario Permanente de Apreciación
Poética. Lo siguiente es una breve charla a unas horas de enterarse que
es el ganador del Premio Internacional de Poesía 2012 por el poemario Gladis monogatari. El galardón, que en
el 2013 cumple 25 años, fue convocado por Coneculta Chiapas
El poeta.
Pienso
que el poeta tiene su destino trazado y en la vida se reconfigura esa
posibilidad de vivir. ¿Qué lo hace ser sensible ante la vida? ¿Qué le maravilla
y hace pensar en la poesía?
No creo que ni el poeta ni nadie tenga el destino
trazado; soy de la idea que el hombre, más que un ser es un deber-ser, como
decía Sartre. Nos vamos haciendo a nosotros mismos como un poema que se
escribe, se corrige, se vuelve a reescribir constantemente. La persona y la
obra son borradores perpetuos escritos al fragor de los acontecimientos. Aunque
podemos proyectar, transformar y corregir nuestra vida, como un poema, sabemos
que siempre será un intento y un experimento que hay que experimentarlo con
alegría, o al menos, de la manera más ecuánime posible. Sin embargo, las
pasiones están ahí, nos conforman y le confieren a nuestra presencia en el
mundo un impulso irrefrenable, un goce que es el gozne de la muerte y que es de
donde salta la poesía, la creación en general, ese estar hechizado, como decía
Quevedo, ante todo, incluyendo a la muerte.
Lo que más me maravilla es la metamorfosis de las
cosas, la constatación que nada es lo que es, que todo es Otro, que nombrar al
mundo -ay, terrible paradoja del lenguaje- es imposible, porque escapa a toda
fijeza, a toda permanencia, por tanto, a toda clasificación empobrecedora. El
mundo es de condición metafórica.
De sus
lecturas. ¿Qué poetas y libros lo han acompañado en estos años?
Siempre me acompañan Dante, Pessoa, Basho, Whitman,
Lautréamont, y tantos. Ahora leo, maravillado, a Ted Hughes, su poesía brutal y
a la vez delicada, atravesada por una sensibilidad finísima y un invisible,
terrible entendimiento de los acontecimientos y las cosas. Amo la poesía
fuerte, musculosa, imaginativa, y profundamente delicada; una especie de box y
butoh juntos, si eso fuera posible (y en poesía no cabe duda que lo es).
¿Qué
opina usted sobre la poética de Jaime Sabines?
Sabines salvó a la poesía mexicana del exceso de
"poeticidad" en la que estaba. La dignificó con las palabras comunes,
con los giros corrientes, con un coloquialismo vibrante, vivencial,
experiencial. Introdujo el humor sin el artificio del ingenio e hizo posible
que la poesía fuera leída por todos, y fuera escuchada con arrobo por gente no
atraída por los libros; su voz, la voz de Sabines, sigue resonando y resonante
en el imaginario poético de México.
Sobre el
poemario ganador.
Su
poemario Gladis
monogatari. Platíqueme,
por favor, ¿este libro es ruptura o continuidad con sus anteriores libros o bien,
con su sensibilidad poética?
Ruptura y continuidad, las dos caras de un mismo
recorrido. Toda escritura tiende sus raíces en una escritura anterior y
proyecta su sombra en aquella que vendrá. Como un ritornelo -mi último libro se
llama justamente Ritornelo- se trata
de un tema con variaciones, el mismo y otro a la vez. La metamorfosis de lo
mismo, para retomar el tema del cambio, de la transformación permanente de todo
lo creado. Quien se tome el trabajo de leer todos mis libros, al menos desde Sunyata (1990) hasta Gladis monogatari (2013) vera que hay
constantes temáticas y variantes formales, variantes constantes, para jugar con
los términos. La repetición es desertización, es muerte por falta de asombro, y
sólo el asombro nos puede mantener vivos en la escritura y en el mundo. Sólo el
asombro salva.
¿Cuál es
su opinión sobre el dictamen sobre su poemario? ¿En qué acertaron los lectores?
Mi opinión no creo que tenga importancia ya que no
puede ser más que parcial. Confío en que el jurado haya acertado en su elección
y espero merecer ese acierto ya que los tres miembros del mismo merecen todo mi
respeto y aprecio. Finalmente, se premia una escritura, una poética, el nombre
propio viene después como un agregado circunstancial, como un vehículo que hizo
posible la efímera inmortalidad de esas imágenes.
Vendrá
usted a Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. ¿A quienes encontrará por estas tierras? ¿Qué
pensará su sensibilidad poética?
Sí fuera invitado, claro que iré. Amo el Estado de
Chiapas con sus riquezas naturales incomparables y con sus grandes poetas. ¡Por
allá nos veremos!