RICARDO CUÉLLAR VALENCIA


VOCES DEL AZAR
Para Gloria Inés, mi amada del azar

Ella iba imperturbable, con serena fatiga,
Entre  un aura de aves  que yo veía de lejos, a su paso

Y  coros de aromas, reales, audibles, palpables

 Venía por los caminos de la vida a la deriva, segura,
Como el viento de la primavera de marzo
Con una divisa roja en cada mano: libertad

Yo caminaba entre sueños delirantes
Por las mansiones del paisaje andino,
Esquivo,  escribano de mis soledades

En una esquina  desconocida, solos,
Fascinados, nerviosos,
Nos sorprendimos:
El asombro se pintó de realidad

El azar siempre elegía, maniático,
Sin cálculos de la razón o la moral

La realidad  real fluía
 Inventándose  en nosotros,
Entre  torrentes de deseos  deseados
En inmemorial movimiento

Surgían en rondas indistintas
Aves del Desastre y  la Calumnia
En  boca de los Ardientes Caballeros de la Envidia

Dulce y fatigadamente tú
Entre palabras  precisas, urgentes,
Tal vez innecesarias,
Y silencios conspirados en juegos de ternura
Dejabas caer una magnifica, cerífica gracia
Que envolvía en sus armonías y ritmos emergentes
 Las pieles, convulsamente evanescentes

La sed del azar se deslizaba entre nuestros cuerpos
En un tiempo sin fechas ni teléfonos
En el río fresco de abril y mayo…
En esos sabios días que nos pertenecen
Como un goce que ofrece la vida a sus amantes

El Divino Azar tendía sus tiendas,
Recuerdo,
En un camino, una calle, un zaguán, una esquina,
Un patio,  un parque, un bus, un taxi, una ciudad…
En la clara y dulce frescura del amanecer,
En una tarde lluviosa, neblinosa, en la grácil  e inocente noche

Ella era otra,
Sobre todo insumisa,
Soberana y sabia sobre sus instintos
Delicada, plena de sí
Cada vez que  dejaba volar
Las magias de su cuerpo creador

Vivía a su manera, sin ataduras,
Leyendo o sola, entre ensueños y fantasías
Era la solitaria perfecta

Nos  amábamos sin ninguna condición, regla o norma,
Nunca nos importó frecuentar a nadie

La mayoría de los días, imposible,
No la veía
No sufría Dicha exquisita
Jamás la busqué ni interrumpí
Ella menos

Sabíamos, secretamente, en los cuerpos,
Siempre lo comentamos con encanto,
El momento elegido por el azar
Cuando sus alas borboteantes, dulces,
Danzaban entre las venas y los huesos,
En los sueños herméticos, en las visiones perturbadoras

El lenguaje secreto, cifrado de los cuerpos
Era el  cartero, el que nos hablaba
Desde  y para nuestras soledades
Lo escuchábamos con extrema turbación fascinante
Y obedecíamos inalterables, instintivamente

Salíamos, cada uno, ciertas veces, sin  rumbo,
Obedeciendo,
Sin suponer nada,
Conducidos por fuerzas desconcertadas,
Así  íbamos a la cita elegida y anunciada
Secretamente por las voces del azar

Vivimos una exquisita ebriedad
Nueve meses floreciendo, en feliz inocencia

Nos amábamos por la extrañeza de conocernos
Los abismos que nos cruzaban
Detrás de las palabras no pronunciadas
La fina mirada, cristalina, del deseo inventándonos
En un jardín de delirios creado por los furores de la poesía
En un insondable ímpetu, sólo suspendido
En las horas impuestas por el sueño

II
Te vi antes
 En soledad mía irritada por insoportable
Siempre caminado sola, delgada, alta, blanca,
 De pelo corto,  negro,  de ojos  de miel, brillantes,
De labios rosados, levemente  carnosos,
Elegante en los pasos seguros y lentos,
Vestida de colores frescos, con  perfume natural,
Cabizbaja, pensativa o leyendo,
Siempre sola Tú y tu vida

Eres mi amor del azar
-alegría  fluyente en la sangre-
Me dijiste la última vez

Decías tú
Con ojos de sol:
Creo en el destino
Como   una mariposa  al nacer
Dibujando en sus alas insumisas,
Cifras, rostros, perplejidades

Por eso te amé
Gloria Inés
Entre los fascinantes ocasos y auroras de Manizales
Amada total, única

Nuestra realidad era decididamente surreal
No teníamos citas previas, llamadas, recados, terceros
Sólo el Divino Azar escogía la hora del sol o de la luna
Y allí estábamos en el minuto elegido, frescos,
Buscándonos, afirmándonos,
Ante nuestras delicias,
Más solos que nunca,
Ebrios de ser hijos de azar















En el instante

El instante pierde su longitud
Convertido en fuente perpetua
Cae da vueltas no cesa de caer
Disuelto por el aire de los cuerpos
El instante engendra cada sitio

Devoción del fuego
Donde arden las preguntas
Y la voluntad pule obsidianas

Observa cómo cambia el movimiento
De las cosas del cielo y de la tierra
¡Tan nuevo es el mundo!




Es invocada la entraña de la rosa
Para Vicente Huidobro

Es invocada la entraña de la rosa
Su herida mansa deshojada
La frágil voz haciendo la alborada

Efimero templo de la montaña
Cuando lame su fuego el animal
Y el viento mísero recuerda el nacimiento

Nunca muera la rosa
Esclava de la luz y de los labios
Deshojado perfume de la alcoba
Conduce las cenizas y el hilo de la vida
Medida del sentido náufraga nocturna



Salta el sapo al pozo


Sólo es mío
El país que está en mi alma,
Entro allí sin pasaporte
Como a mi casa.
Él sabe mi tristeza
Y mi soledad.
Él me depara el sueño
Y me arropa con una piedra
Perfumada.
-Marc Chagall-
Salta el sapo al pozo
Sonríe el mineral blanco de la luna
Con el bastón brumoso de las horas
Nada detiene nuestra vida
El agua murmura en la luz de las sombras
Con su rojo sombrero de la dicha

¿Qué viento no arpea la sangre de la rabia?
Todo lugar rasga sin piedad nuestras heridas
Hilos desolados en la garganta desde el alba
Tejen el miedo y también los guiños del amor

Duele
La ceniza de las horas
El camino por hacer
La naturaleza muerta de la mesa diaria

La distancia es ficticia a la hora de la poesía
Cuando sabemos
Que la vida está mirándonos en el tocador del asesino

En ese palacio sin leyes donde pasean la tortura y el crimen
Cada noche una estrella cae y duermo aferrado a mí mismo
Velando mi destino